domingo, 30 de mayo de 2010

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Miguel Hidalgo


Hijo segundo de don Cristóbal Hidalgo y Costilla, administrador de la hacienda de San Diego Corralejo, y de doña Ana María Gallaga Mandarte, tuvo tres hermanos. A los 12 años marchó a la ciudad mexicana de Valladolid (actual Morelia), donde realizó sus estudios en el Colegio de San Nicolás. Ya bachiller en 1770, marchó a al ciudad de México para cursar estudios superiores.

En 1773 se graduó como bachiller en filosofía y teología, y obtuvo por oposición una cátedra en el mismo Colegio de San Nicolás. Durante los años siguientes realizó una brillante carrera académica que culminó en 1790, cuando fue nombrado rector del Colegio de San Nicolás. En 1778 fue ordenado sacerdote; al recibir las órdenes sagradas ocupó varias parroquias, hasta que a la muerte de su hermano Joaquín, en 1803, lo sustituyó como cura de Dolores, en Guanajuato.

Hombre muy culto y profundo conocedor de las ideas de la Ilustración, las puso en práctica entre sus feligreses, en su mayoría indígenas, en el intento de mejorar sus condiciones económicas y de vida. Para ello les enseñó a cultivar viñedos, criar abejas y dirigir pequeñas industrias, lo que le valió el apoyo incondicional de sus feligreses.

En 1808, la invasión a España por las tropas napoleónicas y la consiguiente deposición de su monarca Carlos IV, y de su hijo Fernando VII, generaron gran oposición tanto en España como en América. Surgieron entonces numerosos grupos de intelectuales que discutían en torno a los problemas de la soberanía y la forma de gobernarse. En 1809 Hidalgo se unió a una de esas sociedades secretas, formada en Valladolid, cuyo fin era reunir un congreso para gobernar el Virreinato de Nueva España en nombre del rey Fernando VII, que en ese momento se encontraba preso de Napoleón, y en último caso lograr la independencia.

Los conjurados planeaban levantarse en armas contra el virrey de Nueva España el primero de octubre de 1810, pero fueron descubiertos a mediados de septiembre. Hidalgo y algunos otros conspiradores lograron ponerse a salvo gracias al aviso de Josefa Ortiz de Domínguez y se trasladaron a Querétaro, donde Hidalgo se reunió con Ignacio Allende.

El 16 de septiembre de 1810, Hidalgo enarboló un estandarte con la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de México, en el que se podía leer: "Viva la religión. Viva nuestra madre Santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva la América y muera el mal gobierno". Hidalgo lanzaba así el llamado Grito de Dolores, que supuso el inicio de la revuelta; junto con Allende, consiguió reunir un ejército formado por más de 40.000 miembros.

El 21 de septiembre, el ejército de Hidalgo y Allende capturó Celaya, por lo que Hidalgo fue nombrado capitán general del Ejército Libertador e Ignacio Allende fue ascendido a teniente general. El obispo electo de Michoacán publicó un edicto el 24 de septiembre en el que eran excomulgados Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo. Seguidamente tomó las ciudades de Salamanca, Irapuato y Silao, hasta llegar a Guanajuato.

El 17 de noviembre Hidalgo se encaminó hacia Valladolid con siete mil hombres de caballería y doscientos cuarenta infantes, todos mal armados, entrando el 26 en Guadalajara, pero no logró llegar a la ciudad de México. En Guadalajara, Hidalgo expidió una declaración de independencia y formó un gobierno provisional; además decretó la abolición de la esclavitud, la supresión de los tributos pagados por los indígenas a la Corona y la restitución de las tierras usurpadas por las haciendas. A finales de año había perdido ya Guanajuato y Valladolid.

El 11 de enero de 1811 fue derrotado cerca de Guadalajara por un contingente de soldados realistas. Hidalgo huyó hacia Aguascalientes y Zacatecas, con la intención de llegar a Estados Unidos para buscar apoyos a su causa, pero fue traicionado por Ignacio Elizondo y capturado en las Norias de Acatita de Baján el 21 de mayo de 1811. Conducido a Chihuahua, Hidalgo fue juzgado en consejo de guerra y condenado a muerte. Lo degradaron como sacerdote y lo fusilaron en la mañana del 30 de julio de 1811. Su cabeza, junto con la de Allende y otros insurgentes, se exhibió como castigo en la alhóndiga de Granaditas de Guanajuato.

El gobierno virreinal estaba convencido de que con la muerte de los caudillos, fusilados en Chihuahua, acabaría el movimiento insurgente, pero no fue así; con la ayuda del pueblo, Ignacio López Rayón, lugarteniente de Hidalgo, retomó la lucha desde su refugio en Saltillo, al tiempo que en el sur del virreinato se había producido la sublevación de José María Morelos, seguidor de las ideas de Hidalgo. En 1821, el levantamiento obtuvo sus frutos y México logró su independencia de España.

Tras el establecimiento de la República Mexicana, en 1824, Hidalgo fue reconocido como primer insurgente y padre de la patria. El estado de Hidalgo lleva su nombre y la ciudad de Dolores pasó a llamarse Dolores Hidalgo en su honor. El 16 de septiembre, día en que proclamó su rebelión, se celebra en México el Día de la Independencia. Sus restos reposan en la Columna de la Independencia, en la ciudad de México.

(José María Morelos y Pavón; Valladolid, actual Morelia, 1765 - San Cristóbal Ecatepec, 1815) Religioso, político y militar mexicano, caudillo de la independencia de México. Asumió el liderazgo del movimiento independentista tras la muerte en 1811 del cura Hidalgo (a cuya causa se había unido en 1810) y logró importantes victorias en el sur. Trató además de dar forma política a sus ideales de justicia e igualdad a través del Congreso de Chilpancingo (1813), que formuló la declaración de independencia, otorgó a Morelos un amplio poder ejecutivo y puso las bases para una Constitución liberal y democrática que sería aprobada en 1814.

José María Morelos era hijo de Manuel Morelos, carpintero de ascendencia india y de Juana María Pérez Pavón, criolla, cuyo padre había sido maestro de escuela en la ciudad. Durante catorce años, además de las primeras letras que le enseñó su madre, sólo se sabe que ayudó en lo que pudo para el sostenimiento de la familia.





José María Morelos


La muerte del padre en 1779 significó un importante cambio. Confiado a la custodia de su tío Felipe Morelos, se trasladó a una hacienda cerca de Apatzingán (Michoacán) y se dedicó primero a la labranza y, poco después, a conducir como arriero una recua de mulas que su tío empleaba para transportar los ricos cargamentos de mercancías entre el puerto de Acapulco, terminal de los galeones de Manila, y la ciudad de México. Esta actividad le proporcionó unos ingresos regular, que el joven Morelos invertía en comprar mulas y sostener a su madre y hermana.

Así vivió hasta cumplir los 25 años; en 1790, ante la insistencia de su madre, que deseaba su ingreso en la carrera eclesiástica con la ilusión de que accediese a una capellanía o beneficio dejado por su bisabuelo materno, se separó de su tío Felipe y regresó a Valladolid para ingresar en el colegio de San Nicolás. Allí tuvo ocasión de conocer al rector Miguel Hidalgo y Costilla, con el que coincidió durante dos años. Estudió gramática y latín y dos años más tarde amplió estos estudios en el Seminario Tridentino de la misma ciudad, recibiendo instrucción en retórica y filosofía. El 28 de abril de 1795 recibió el título de bachiller de artes en la ciudad de México.

Poco después solicitó de la jerarquía eclesiástica de Valladolid que se le confiriesen la tonsura clerical, las cuatro órdenes menores y el subdiaconato, lo que consiguió a finales de ese mismo año. En abril de 1796 aceptó una oferta del cura de Uruapan para enseñar gramática y retórica a los niños del lugar, tras recibir la licencia correspondiente. Tras algunos años de ejercicio, el 20 de diciembre de 1797, cumplidos los 32 años de edad, fue promovido al sacerdocio, otorgándosele licencias para celebrar misa, oír confesiones y predicar en Uruapan y curatos vecinos.

Se iniciaba así una larga carrera sacerdotal que le llevó a ejercer de cura párroco, primero en un marginado distrito de Churumuco, etapa durante la cual falleció su madre en Pátzcuaro. Morelos permaneció en Churumuco durante poco más de un año, hasta que en marzo de 1799 se le transfirió a la parroquia de Carácuaro, a unos 50 kilómetros de distancia, tan pobre como la anterior pero mucho más poblada. En Carácuaro vivió Morelos toda una década, administrando la parroquia y viviendo de las aportaciones de sus feligreses, que se resistían por todos los medios al pago de los impuestos eclesiales.

Durante este periodo mantuvo y mejoró un negocio de ganado que había iniciado en la época de arriero, administró la herencia de su madre, transfirió a su hermana la casa familiar (actualmente Casa de Morelos en la ciudad de Morelia) y tuvo dos hijos ilegítimos. Más tarde, durante el periodo revolucionario, tuvo dos hijos más. En 1807 compró en Valladolid una casa a la que aumentó otro piso en 1809, sin que se tenga la menor certeza de que le llegara noticia alguna de que se estaba preparando una revolución. Bien es cierto que los historiadores señalan la creciente insatisfacción y en todo caso la frustración de Morelos, acumulada a lo largo de muchos años de cura parroquial.

En octubre de 1810, conocedor del levantamiento de Miguel Hidalgo, que había sido su rector en San Nicolás, decidió visitarle y hablar con él. Al parecer, su intención era la de ofrecerse como capellán, pero una vez llevado a cabo este encuentro el 20 de octubre, Hidalgo lo convenció de que aceptara una misión más importante: marchar a la costa del sur, reunir tropas y tomar el puerto de Acapulco, que Morelos conocía muy bien. El 25 de octubre, acompañado de una veintena de voluntarios mal armados, Morelos partió de Cuarácaro hacia las tierras calientes del sur, en calidad de lugarteniente de Hidalgo.

La actividad insurgente de Morelos duró cinco años, a lo largo de los cuales fue capaz de desarrollar cuatro campañas militares, además de una obra política, doctrinal y administrativa en la que se recoge un pensamiento avanzado, innovador y cargado de sentido popular y social. Se le reconoce un incipiente genio de estratega militar, despiadado y cruel en algunas ocasiones, y capaz de enfrentarse y doblegar en varias ocasiones a los ejércitos realistas superiores en número, bajo el mando del temible Félix María Calleja.

La primera campaña, de octubre 1810 a agosto 1811, le permitió organizar y constituir un cuerpo de tropas disciplinado y bien armado, con el que intentó sin éxito la ocupación de Acapulco en febrero de 1811. Se retiró con sus fuerzas a Tecpan, desde donde preparó el asalto a Chilpancingo el 24 de mayo y la toma de Tixtla (actual Ciudad Guerrero) dos días más tarde. En el curso de esta campaña se le unieron los hermanos Miguel y Víctor Bravo, nacidos en la hacienda de Chichihualco; Vicente Guerrero, oriundo de Tixtla, y los hermanos Galeana, de Tecpan. En esta época contó con la colaboración del estadounidense Perter Ellis Bean, aventurero cosmopolita, que fabricó gran cantidad de pólvora para las tropas insurgentes.

Desgraciadamente, en junio de 1811 fueron ejecutados Miguel Hidalgo y sus principales ayudantes, aunque le sucedió en la dirección del movimiento Ignacio López Rayón, que se retiró a Zacatecas y se internó en Michoacán, mientras maduraba y concretaba un ideario político que diese coherencia y unidad a las iniciativas surgidas por todo el país. Unido a José María Liceaga, años más tarde compañero de Javier Mina, y a José Sixto Verduzco, enviado de Morelos, Rayón estableció en agosto de este año la Suprema Junta Nacional de América.

La mayor objeción que Morelos puso a esta Junta fue su declarado acatamiento a Fernando VII, defendido por Rayón como una medida de prudencia y moderación. Éste fue, por lo tanto, el primer núcleo de gobierno insurgente, que se atrajo la simpatía de los intelectuales y hacendados criollos que deseaban establecer un sistema de Juntas similar al implantado en las provincias de España. En la ciudad de México se inició, en este tiempo, la formación de una sociedad secreta llamada Los Guadalupes.

En agosto de 1811 Morelos contaba, según sus propias palabras, "con cuatro batallones en pie de guerra: uno para proteger los puertos de la costa; otro en El Veladero, fuera de Acapulco; un tercero en Tixtla y el último en Chilpancingo, para encargarse del abasto de pólvora". Desde el primer momento Morelos se inclinó por la proclamación de algunos principios revolucionarios, tomados de sus conversaciones con Hidalgo.

En Aguacatillo, el 17 de noviembre de 1810, había anunciado el establecimiento de un nuevo gobierno y en este decreto incluyó la abolición de la esclavitud (que confirmaría con solemnidad a principios de 1813), de los tributos y de las tesorerías de las comunidades. Este decreto está considerado como uno de los documentos más importantes en la historia social de América Latina. Como justificación de su levantamiento afirmaba que "ya que España se encontraba en manos de los franceses y los gachupines conspiraban con Napoleón para perpetuar su poder, todos los americanos debían unirse en defensa del país y de la religión".

La segunda campaña de Morelos, tras unos meses dedicados a la reorganización y preparación de sus huestes, se desarrolló de noviembre de 1811 a mayo de 1812. Una vez tomado Tlapa reunió a todas sus fuerzas en Chiautla para establecer una nueva estrategia: dividió su ejército en tres grandes cuerpos, uno al mando de Miguel Bravo, que marcharía hacia el sur y trataría de conquistar Oaxaca; el segundo dirigido por Hermenegildo Galeana, que atacaría y dominaría Taxco, y el tercero, bajo la dirección del propio Morelos, que avanzaría hacia el norte y entraría en Izúcar sin combatir el 12 de diciembre, para atacar Tenango y Tenancingo, antes de llegar a Cuautla (Morelos), ocupada el día de Navidad.

Se ha discutido acerca de por qué Morelos no siguió hasta Puebla, cuya conquista hubiera constituido el anticipo a la caída de la capital. En su lugar, dejando guarecida Cuautla, prefirió correr hacia el oeste, para unirse a las tropas de Galeana estacionadas frente a Taxco. Fue uno de sus más graves errores militares, porque mientras tanto, Félix María Calleja, con un numeroso cuerpo de ejército, sitió Zitácuaro (Michoacán), residencia de la Junta de Rayón, obligando a sus miembros a huir y dispersarse sin ofrecer resistencia. Este fue el comienzo de la decadencia de Rayón y de sus seguidores y constituyó un duro golpe al inicial optimismo insurgente.

Al conocer la caída de Zitácuaro, Morelos regresó a Cuautla, vía Cuernavaca, dispuesto a resistir el asalto anunciado de Calleja. El sitio de Cuautla, que se prolongó de febrero de mayo de 1812, ha sido interpretado de manera diferente por los panegiristas de cada uno de los bandos. Inicialmente Morelos logró derrotar a Calleja, pero Calleja consiguió reforzarse con tropas de refresco.

Mientras los insurgentes se mostraban incapaces de organizar una fuerza exterior que atacase al jefe realista por la espalda, el agotamiento de los víveres, la falta de agua y el acoso de las epidemias diezmaron los efectivos de Morelos y le obligaron a organizar una salida arriesgada, que culminó con notable éxito. Tanto los insurgentes como el propio Calleja se atribuyeron el triunfo sobre sus contrarios, pero el sitio de Cuautla, de todos modos, constituyó un modelo de resistencia límite, que socavó y atemperó el triunfalismo del virrey.

La tercera campaña, de junio de 1812 a agosto de 1813, fue la de mayor actividad y de más rotundo éxito de Morelos. Reagrupadas sus fuerzas en Chiautla, con Galeana y Bravo, durante algunos meses dominó el eje Chiautla-Tehuacán, llevó a cabo diversas acciones contra las fuerzas realistas y trató de impedir las comunicaciones entre la capital y el puerto de Veracruz. Al llegar el mes de noviembre se decidió a tomar la ciudad de Oaxaca, lo que consiguió el día 25 de este mes. Se trata de una de las acciones militares más brillante de Morelos, que contó con el apoyo de Mariano Matamoros y Miguel Bravo, logrando derrotar a las tropas del general español González Saravia. La brillante victoria de Morelos en Oaxaca reforzó mucho la suerte de los insurgentes, aumentó su prestigio personal y produjo una gran cantidad de beneficios materiales.

Durante varias semanas Oaxaca fue el cuartel general de Morelos, que fortaleció y extendió su dominio de la zona, al tiempo que intensificaba su labor administrativa y el ordenamiento de la insurgencia. Creó la intendencia de la provincia y el ayuntamiento de la ciudad, expidió reglamentos relativos a los horarios comerciales, a la tenencia de armas, al toque de queda y al uso de una insignia de identificación personal. También creó una Junta de Protección y Seguridad Pública, responsable del orden y la seguridad del pueblo. En la fiesta de acatamiento a la Junta Suprema, se presentó vistiendo un uniforme nuevo, con la insignia de capitán general, lo que simbolizaba la cumbre de su carrera militar.

En aquellos momentos, estuvo dudando si penetrar en el Valle de México, como le pedían sus seguidores de la capital, asociados en la agrupación de Los Guadalupes, o ceder al instinto que le señalaba la necesidad de apoderarse de un puerto de mar, para fortalecer sus relaciones con Estados Unidos y facilitar la llegada de ayudas procedentes del exterior. Inclinado por esta segunda opción, salió de Oaxaca el 9 de enero de 1813, atravesó la cordillera realizando marchas increíbles y, a partir de abril, estableció el asedio de Acapulco, que se prolongó durante varios meses hasta que el 20 de agosto consiguió su capitulación.

Pese al éxito, actualmente se piensa que con esta decisión Morelos perdió siete preciosos meses, que hubieran podido inclinar el resultado final de la insurgencia. De todos modos, con la conquista de Acapulco, Morelos controlaba un territorio que se extendía desde Guatemala hasta Colima, incluyendo la mayor parte de los actuales estados de Oaxaca y Guerrero, así como el sur de los de Veracruz, Puebla, México y Michoacán. En la ciudad de Oaxaca, a lo largo de casi todo el año 1813, se publicó, por iniciativa de Morelos, el periódico insurgente Correo Americano del Sur.

Mientras tanto se habían producido algunas novedades en el terreno político. Conocedor Morelos de las intenciones de Rayón de promulgar una Constitución americana, retrasó la contestación y, cuando lo hizo, pocos días antes de conquistar Oaxaca, le expresó sus objeciones principales: había que excluir definitivamente la mención a Fernando VII, limitar el número de los consejeros de Estado y aceptar que la elección del propuesto generalísimo de la república fuese de por vida, sin más límites que "la incapacidad, la enfermedad o la edad de sesenta años". Rayón no convirtió en ley su proyectada Constitución, entre otras razones, porque en la ciudad de México se había publicado y acatado públicamente la nueva Constitución española promulgada en Cádiz.

Mediado el mes de mayo, mientras sitiaba Acapulco, se le ocurrió a Morelos la idea de convocar un congreso nacional de representantes provinciales, como respuesta a las iniciativas de Rayón. Después de solicitar de éste que reuniera a los miembros de su Consejo en Chilpancingo, donde "serían reelegidos o depuestos", dirigió un decreto a las provincias para que nombraran electores que deberían reunirse el 8 de septiembre, con la finalidad de elegir un nuevo Congreso. Llegado el momento, redactó el texto conocido como Sentimientos de la Nación, que sirvió de base para las deliberaciones de los allí reunidos. En realidad, la mayoría de las propuestas, discursos y proclamas de Chilpancingo fueron redactadas por Carlos María Bustamante, fiel seguidor de Morelos.

Su última campaña, de contenido más político que militar, se desarrolló precisamente a partir de septiembre de 1813 y llega hasta su caída en Temeslaca, en noviembre de 1815. Instalado en Chilpancingo, Morelos formuló un plan de gobierno compuesto de 59 artículos, prácticamente un proyecto de Constitución. Reconocía el principio de la separación de poderes, proponía que el ejecutivo lo ejerciese un generalísimo elegido a perpetuidad y con derecho a proponer la legislación que considerase necesaria. El legislativo quedaría en manos de un Congreso de diputados, cuyas personas serían declaradas sagradas e inviolables, manteniendo de momento el poder judicial existente. El artículo 17 declaraba la independencia de España, sin hacer referencia a ningún monarca. Entre los miembros natos del Congreso se encontraban los miembros de la Junta Suprema de Rayón.

El 14 de septiembre, una vez instalado el Congreso, Morelos leyó un discurso y los diputados iniciaron el examen de las propuestas contenidas en Sentimientos de la Nación. Al día siguiente fue elegido generalísimo por aclamación, con todos los poderes y la facultad de nombrar sus lugartenientes, cargos que recayeron en Mariano Matamoros y Manuel Muñíz. Hubo que esperar durante algo más de un mes a que llegaran Rayon, Bustamante, Liceaga y Cos, pero en noviembre se celebraron sesiones regulares y el día 6 el Congreso aprobó una declaración de independencia, redactada por Bustamante.

Deseoso de conquistar Valladolid, porque entendía la necesidad de contar con una ciudad en la que establecerse, Morelos decidió su asalto, llegando a sitiarla a partir del 22 de diciembre de 1813. Pero los realistas, reforzados los últimos meses y con la llegada de importantes contingentes de tropas enviadas por el virrey Calleja, obligaron a Morelos a retirarse en confusa desbandada, lo que diezmó y desalentó a sus seguidores. De este modo se iniciaba la decadencia militar y política del líder insurgente, obligado a retirarse y a obedecer las órdenes del Congreso de Chilpancingo, periodo que se prolongó a lo largo de casi dos años.

Felix María Calleja, nombrado virrey de Nueva España, aprovechó esta situación para ejercer presión en todos los frentes, avanzando sobre Chilpancingo, lo que obligó al Congreso a emprender una marcha incesante, que lo llevaría finalmente a la ciudad de Apatzingán, rumbo a Jalisco, donde acabó de discutirse y se proclamó el texto constitucional el 22 de octubre de 1814. Morelos, entre tanto, había renunciado al poder ejecutivo y dejó de ejercer mando militar alguno, excepto el de las tropas de su escolta. De regreso a Acapulco, vivió momentos muy dolorosos, al enterarse de la muerte de sus más fieles seguidores como Matamoros y Galeana, los brazos ejecutores de su estrategia militar.

Corriendo de un lugar a otro, medio escondido y rodeado de un escaso contingente de tropas, repelió a las fuerzas enviadas para capturarle, participó con fidelidad admirable en los trabajos del Congreso, mantuvo sus principios y discutió algunas de las medidas que pretendían tomar los dirigentes de la insurgencia. A mediados de 1814 solicitó a su colaborador Peter E. Bean que se trasladara a Estados Unidos, en demanda de ayuda y armamento.

Bean conoció al francés Joseph A. Humbert y, a través de éste, contactó con José Álvarez de Toledo, refugiado en Nueva Orleáns tras su fracaso de Texas. En mayo de 1815 Toledo escribió al Congreso, recibió un nombramiento de general insurgente en el exterior firmado por Morelos, y se ofreció para organizar una expedición en apoyo de la independencia. Cuando José Manuel Herrera, diputado que había sido presidente del Congreso en Chilpancingo, se trasladó a Nueva Orleáns junto con Toledo, se abrió una ventana a la esperanza insurgente.

El Congreso, mientras tanto, abandonó Apatzingán y se estableció en Uruapan, a la vez que elegía el nuevo poder ejecutivo tripartito integrado por Morelos, Cos y Liceaga. Obligado por su deseo de acercarse a un puerto de mar que le permitiera recibir la ansiada ayuda exterior, pero también por las disensiones y enfrentamientos de sus líderes, se decidió su traslado a Tehuacán, encargándose Morelos de escoltar y defender a los integrantes del legislativo. Con la incorporación de Nicolás Bravo, el contingente militar se componía de un millar de soldados, la mitad de ellos armados. Sin embargo, llegados a Tesmalaca, seis millas más allá del río Mezcala (cerca de la actual Iguala), un destacamento realista al mando del coronel de la Concha cayó sobre el convoy y aprehendió a Morelos, mientras Bravo pudo escapar, protegiendo al convoy hasta su llegada a Tehuacán.

Conducido a la ciudad de México, el 22 de noviembre de 1815 se iniciaba el primero de la serie de juicios a que fue sometido, ya que las autoridades militar, eclesiástica y civil se disputaron el derecho a condenarlo. Incoado con toda rapidez, el primer juicio terminó el día 23 y enseguida se presentó al prisionero ante el temible tribunal de la Inquisición, que lo incriminó por abandono de las doctrinas de la Iglesia y la adopción de herejías de autores malignos. El juicio estatal se celebró el día 28 y su declaración, registrada y anotada por el propio Morelos, constituye una de las fuentes de información más valiosas sobre el movimiento de independencia.




Josefa Ortiz de Domínguez


(Valladolid, hoy Morelia, México, 1768 - Ciudad de México, 1829) Patriota mexicana y heroína de la independencia de México, conocida también por el apodo de la Corregidora de Querétaro.

Nacida en el seno de una familia de españoles de clase media, Josefa Ortiz de Domínguez fue bautizada el 16 de septiembre de 1768 con los nombres de María de la Natividad Josefa. Su padre, Juan José Ortiz, fue capitán del regimiento de los morados y murió en acción de guerra, cuando ésta contaba con pocos años de edad. Tras la muerte de su madre, María Manuela Girón, se hizo cargo de su educación su hermana María, la cual solicitó su ingreso en el Colegio de San Ignacio de Loyola.

Durante los años que permaneció en el colegio aprendió a leer, escribir y nociones básicas de matemáticas, además de lo que se consideraba en la época que debía aprender una señorita de su clase social, de este modo aprendió a bordar, coser y cocinar.

En el año 1791 contrajo matrimonio con el Miguel Domínguez, el cual en aquellos años trabajó en la secretaria de la Real Hacienda y en la oficialía del virreinato de Nueva España. Gracias a sus buenas relaciones con el virrey Félix Berenguer de Marquina, Miguel Domínguez, fue nombrado Corregidor de Querétaro en el año 1802. Durante estos primeros años de matrimonio, Josefa por su parte se hizo cargo de las labores domesticas y de la crianza y educación de los dos hijos de su esposo, puesto que Miguel era viudo cuando contrajeron matrimonio. Todo parece indicar que la pareja fue feliz y durante los años que permanecieron casados tuvieron doce hijos.

Además de estas labores domésticas, Josefa Ortiz de Domínguez se mostró muy identificada con los problemas de la clase social de los criollos, a la cual pertenecía por ser descendiente de españoles; ya que a pesar de las reformas realizadas tras la llegada de los Borbones a España (1700), se perpetuó la tradición de que fueran españoles, nacidos en la península, los que ocuparan los altos cargos de la administración virreinal y del ejército, relegando así a los criollos a los puestos secundarios.

Josefa defendió sus intereses de clase y también se hizo eco de las reivindicaciones de indios mexicanos, los cuales vivían en condiciones lamentables. Por este motivo durante toda su vida, intentó que se reconocieran los derechos de los indígenas y además aprovechó su posición, como mujer del corregidor, para llevar a cabo numerosas obras de caridad.

En 1808 se produjo la invasión napoleónica de España, la cual tuvo como consecuencia el inicio de la guerra de la Independencia y la formación de las juntas de gobierno, ante la ausencia de Fernando VII. Las noticias llegadas de España en 1808 parece que iniciaron el movimiento independentista de México, ya que tras las primeras muestras de apoyo al rey comenzó a fraguarse en algunas mentes la idea de separarse totalmente de España.

Tras un intento fallido del virrey para formar una junta de gobierno independiente se produjeron las primeras conspiraciones destinadas a acabar con el orden establecido. Miguel Domínguez, como corregidor, apoyó al virrey en su decisión de formar una Junta de gobierno, pero ante la imposibilidad de llevar estos planes a la práctica, se hizo partidario de los ideales independentistas, parece que a instancias de su mujer, que se convirtió en una firme colaboradora del movimiento.

Así, tras los primeros momentos de confusión, cada vez se hizo más claro para muchos, la necesidad de construir en México un Estado en el que imperaran los valores democráticos. Esto influyó notablemente en el matrimonio Domínguez, que abrió su casa a unas hipotéticas reuniones literarias, aunque en realidad se mantenían reuniones de carácter político, con posterioridad en ellas se tomarían decisiones para iniciar el movimiento revolucionario en la zona, bautizado tiempo después como la conspiración de Querétaro.

A estas reuniones políticas en casa de los corregidores, acudieron algunos de los más famosos revolucionarios de los primeros momentos de la independencia mexicana, como es el caso de los capitanes Arias, Aldama e Ignacio Allende, el cual parece que fue pretendiente de una de las hijas de Josefa.

El 13 de septiembre de 1810 se informó al juez eclesiástico Rafael Gil de León, que se estaba preparando una conspiración en Querétaro para proclamar la independencia de México, puesto que se estaban almacenando armas en las casas de los simpatizantes del movimiento revolucionario. Rápidamente dicho juez informó al corregidor Domínguez para que interviniera en el asunto.

Miguel Domínguez, aunque no participó de forma activa en las reuniones que se mantenían en su casa, conocía perfectamente a los implicados en la conspiración, pero fingiendo ignorar la situación, comenzó a realizar los registros que el juez le ordenaba. Tras informar a su esposa de que la conjura había sido descubierta por las autoridades españolas, decidió encerrarla en su habitación para evitar que informara a los implicados, en un intento de salvar a su familia y a él mismo de posibles represalias, puesto que eran conocidas tanto sus inclinaciones políticas como las de su mujer. Pero Josefa decidió intervenir y avisar a los revolucionarios. De este modo elaboró una nota con letras impresas sacadas de periódicos; para evitar que se reconociera su propia caligrafía; y decidió enviársela al capitán Allende a través del alcaide Ignacio Pérez, el cual cabalgó en busca del capitán y al no encontrarle en San Miguel el Grande, entregó la misiva al padre Miguel Hidalgo.

Tras esta notificación de Josefa, el padre Hidalgo decidió adelantar el levantamiento a la madrugada del 16 de septiembre de 1810. En un principio, dicho levantamiento estaba previsto que se iniciara el 1 de octubre de ese mismo año. Miguel Hidalgo aprovechando su posición como párroco de Dolores, convocó a sus feligreses y les instó a luchar por conseguir un gobierno más justo y logró su propósito, puesto que la mayoría de los convocados eran indios, los cuales se encontraban en una situación precaria debido a las malas condiciones de vida y a las tremendas desigualdades que imperaban en la vida del virreinato.

Gracias al aviso de la Corregidora, como se la apodaría popularmente en la época, muchos conspiradores pudieron escapar antes de ser detenidos por las autoridades virreinales. Pero Josefa no salió bien parada de su arriesgada acción. El 14 de septiembre, tras recibir noticias de Hidalgo, mandó una carta al capitán Arias, para que se preparara para la lucha, pero éste la delató y tanto su marido como ella fueron detenidos el mismo día que se produjo el grito de Dolores.

Tras su detención, Josefa Ortiz de Domínguez fue conducida al convento de Santa Clara y su marido al de Santa Cruz, ambos situados en la ciudad de Querétaro. Miguel fue juzgado y destituido, pero fue liberado gracias a la intervención popular, puesto que durante los años que ejerció como corregidor había demostrado su apoyo a las clases más desfavorecidas, ya que con anterioridad, se había mostrado contrario a aplicar la medida propuesta por virrey, para sanear la economía y recaudar fondos, de poner en venta los bienes de las obras pías, instituciones benéficas que arrendaban tierras a bajo precio.

Josefa, por su parte, fue trasladada a México D.F., en el año 1814 y fue recluida en esta ocasión en el convento de Santa Teresa. Tras celebrarse su juicio, fue declarada culpable de traición, a pesar de los intentos de su marido, que ejerció de abogado defensor. Los últimos años de cautiverio los pasó en el convento de Santa Catalina de Sena, considerado más estricto que los anteriores. La situación de la numerosa familia Domínguez fue precaria durante estos años, puesto que Miguel, gravemente enfermo, apenas si podía ver a su esposa y no disponía de ingresos para mantener a sus hijos. El virrey Juan Ruiz de Apodaca, se hizo cargo de la situación y reconoció a Miguel Domínguez el derecho a percibir un sueldo por los servicios prestados y liberó a Josefa en junio de 1817.

Tras la proclamación de la Independencia, el 18 de mayo de 1822 Agustín Iturbide se proclamó emperador de México y ofreció a Josefa un puesto en su corte, para que fuera dama de honor de su esposa, Ana Duarte de Iturbide. Para Josefa esto fue del todo intolerable y renunció a ocupar el mencionado puesto, ya que pensaba que la constitución de un Imperio, era totalmente contraria a los ideales por los que se había luchado durante la guerra.

En los últimos años de su vida Josefa Ortiz de Domínguez estuvo relacionada con los grupos liberales de carácter radical. En todo momento se negó a recibir cualquier recompensa, por el apoyo inestimable que había prestado a la consecución de la Independencia, ya que opinaba que no había hecho más que cumplir con su deber de buena patriota.

Falleció en México D.F., el 2 de marzo de 1829, a la edad de sesenta y un años. Sus restos fueron enterrados en el convento de Santa Catalina, aunque algún tiempo después fueron trasladados a Querétaro, donde reposan junto con los de su marido, en el Panteón de queretanos ilustres, en un mausoleo construido en su honor en 1847 en el antiguo huerto del convento de la Cruz.




Francisco I. Madero


(Francisco Indalecio Madero) Político de la revolución mexicana (Parras, Coahuila, 1873 - México, 1913). Hijo de un terrateniente, Francisco Madero estudió en Francia y en Estados Unidos. Su preocupación por las condiciones de vida de las masas le hizo entrar en política, defendiendo ideas democráticas y de reforma social.

Su oposición contra la dictadura de Porfirio Díaz le llevó a la cárcel (1910); se evadió a Texas y allí organizó la Revolución mexicana de 1910. Derrotado el gobierno por las tropas de Orozco y de Zapata, se celebraron elecciones presidenciales, en las que triunfó Madero (1911).

En sus quince meses de gobierno, Francisco Madero quiso reconciliar a la Revolución con los restos del antiguo régimen; pero la división del movimiento revolucionario puso fin a sus planes. Madero había establecido un régimen de libertades y de democracia parlamentaria; pero no había satisfecho las aspiraciones de cambio social que latían en las masas revolucionarias.

Zapata, Reyes y Orozco se sublevaron contra él; y Huerta, comandante de las fuerzas que debían defender México, le traicionó, le depuso y le mandó asesinar alegando que había intentado escapar (1913). Quien no había conseguido en vida mantener unidos a los revolucionarios, se convirtió tras su muerte en un símbolo eficaz de la unidad de la Revolución contra el usurpador Huerta.




Venustiano Carranza


Revolucionario mexicano y presidente de la República (Cuatro Ciénegas, Coahuila, 1859 - Tlaxcalaltongo, Puebla, 1921). En 1887 Venustiano Carranza contrajo matrimonio con Virginia Salinas y participó activamente en la política local, alcanzando paulatinamente los cargos de presidente municipal de Cuatro Ciénegas, diputado local, senador y gobernador de Coahuila.

Al estallar la Revolución se adhirió al maderismo. Cuando en 1911, Francisco Madero ocupó la Presidencia interinamente, Carranza fue designado ministro de Guerra y Marina. En ese mismo año de nuevo fue nombrado gobernador de su Estado natal, hasta que en 1913, con el asesinato de Madero, proclamó el Plan de Guadalupe en el que no reconocía al gobierno usurpador de Victoriano Huerta y se nombraba Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. Su bandera política era la obediencia a la Constitución y la restauración del orden alterado. En su lucha contra el huertismo, Carranza tuvo ayuda, desde el norte, de Álvaro Obregón, Pablo González y Francisco Villa, mientras que, en el sur, Emiliano Zapata iniciaba una lucha independiente.

En 1914, los Estados Unidos invadieron México, por lo que Carranza estableció acuerdos con los estadounidenses para evitar la intromisión en la política interna mexicana. En julio de ese año, Huerta renunció a la Presidencia y Carranza entró victorioso en la ciudad de México. Sin embargo, pronto surgieron las diferencias entre él y los demás jefes revolucionarios. Para intentar paliarlas se convocó a todos a una Soberana Convención Revolucionaria, en Aguascalientes, en la que se abrieron brechas irreconciliables y se declararon la guerra.

La autoridad de Carranza como Primer Jefe fue cuestionada, por lo que se retiró a Veracruz en donde estableció su gobierno y planeó la ofensiva en contra de Zapata y Villa. Expidió disposiciones agrarias, fiscales, laborales, judiciales y en materia de recursos petrolíferos y mineros. Instituyó el municipio libre, legalizó el divorcio, estableció la jornada máxima de trabajo y el salario mínimo.

En 1915 Obregón derrotó al villismo; Venustiano Carranza regresó a la capital del país, convocó un Congreso Constituyente que elaboró la nueva Constitución de 1917 y le eligió como presidente constitucional. Su gestión se caracterizó por la pacificación del país. En 1920, los generales sonorenses Plutarco Elías Calles y Adolfo de la Huerta no reconocieron, mediante el Plan de Agua Prieta, la autoridad presidencial. Carranza se sintió amenazado y decidió trasladar el gobierno a Veracruz, pero fue emboscado en Tlaxcalaltongo, Puebla, y asesinado.





Francisco Villa


(Doroteo Arango Arámbula) Revolucionario mexicano (San Juan del Río, Durango, 1876 - Parral, Chihuahua, 1923). Campesino pobre, huérfano y con escasa formación, cuando estalló la Revolución de 1910 llevaba varios años fugitivo en las montañas por haber asesinado a uno de los propietarios de la hacienda donde trabajaba.

Enseguida Pancho Villa se unió a Madero en su lucha contra la dictadura de Porfirio Díaz, y demostró una habilidad innata para la guerra. Aprovechando su conocimiento del terreno y de los campesinos, formó su propio ejército en el norte de México, con el cual contribuyó al triunfo del movimiento revolucionario.

En 1912 fue encarcelado, al sospechar el general Victoriano Huerta que estaba implicado en la rebelión de Orozco en defensa de las aspiraciones sociales del campesinado, que Madero había postergado. Consiguió escapar a los Estados Unidos y, tras el asesinato de Madero, regresó a México y formó un nuevo ejército revolucionario, la División del Norte (1913).

Con ella apoyó la lucha de Venustiano Carranza y Emiliano Zapata contra Huerta, que se había erigido en dictador. Juntos le derrocaron en 1914; pero después de la victoria de esta segunda revolución, Villa y Zapata se sintieron defraudados por Carranza, y volvieron a tomar las armas, ahora contra él. Esta vez la suerte militar no estuvo de su parte: Álvaro Obregón derrotó a los villistas y Carranza se consolidó en el poder, logrando el reconocimiento oficial de su gobierno por los Estados Unidos.

En un intento de mostrar que Carranza no controlaba el país y de enemistarle con el presidente norteamericano, Wilson, Pancho Villa atacó con sus tropas el territorio estadounidense de Nuevo México y asesinó a 16 ciudadanos de aquel país (1916). Wilson envió un ejército bajo el mando del general Pershing al norte de México para acabar con Pancho Villa; pero el conocimiento del terreno y la cobertura que le daba la población campesina le permitieron sostenerse durante cuatro años, a medio camino entre la guerrilla y el bandolerismo.

Al caer Carranza en 1920, el nuevo presidente Adolfo de la Huerta le ofreció una amnistía y un rancho en Chihuahua, a cambio de cesar sus actividades y retirarse de la política. Villa aceptó, pero murió tres años después, asesinado en su rancho por motivos políticos, durante la presidencia de Obregón.




Álvaro Obregón

(Siquisava, Sonora, 1880 - San Ángel, México, 1928) Revolucionario mexicano que alcanzó la presidencia de la República. Al general Álvaro Obregón corresponde gran parte del mérito de haber acabado con la violencia revolucionaria que conmovió la vida de México durante diez dramáticos años.

Después de destacar como uno de los más hábiles estrategas en el campo de batalla, cuando ocupó la Presidencia del país se mostró como un político inteligente y enérgico, iniciando la institucionalización de las conquistas sociales postuladas por la Revolución y logrando importantes avances en política exterior.

Hijo de Francisco Obregón, un modesto agricultor, y de Cenobia Salido, desde muy pequeño se familiarizó con las faenas del campo, tareas que alternó con sus estudios primarios. Acabados éstos y ya adolescente, trabajó en una hacienda de Huatabampo durante unos años. Al cumplir los dieciocho de edad entró a trabajar en un ingenio de Novolato, en el Estado de Sinaloa, donde permaneció muy poco tiempo, antes de volver a los trabajos agrícolas.

Álvaro se mostró siempre como un muchacho trabajador e inteligente, dotado de una gran personalidad. En 1903, a los veintitrés años, casó con Refugio Urrea, y dos años más tarde adquirió un pequeño rancho a orillas del río Mayo. Los años siguientes fueron esforzados y también dolorosos, ya que su esposa, que le había dado dos hijos -Humberto y Refugio-, murió. Si bien Álvaro era un hombre hecho para el sacrificio, no lo era sin embargo para el dolor, y el 2 de marzo de 1910 contrajo nuevo matrimonio con María Tapia, una hermosa mujer que le daría siete hijos más.

Poco después de producirse el triunfo de la revolución maderista, Obregón fue elegido presidente municipal de Huatabampo y, en 1912, bajo el mando del general Agustín Sanginés, luchó contra el general Pascual Orozco, en Chihuahua, con el grado de teniente coronel. El agricultor había decidido canjear el arado por las armas.

Desde sus primeras acciones militares, Álvaro Obregón demostró gran talento como estratega, lo que le dio considerable prestigio dentro del ejército. Así, en febrero de 1913, al ocupar Victoriano Huerta el poder, tomó partido por José María Maytorena y, reconociendo como jefe de la Revolución a Venustiano Carranza, combatió en el bando constitucionalista. En una serie de eficaces golpes y planificadas batallas derrotó a los federales del norte del país, asegurando con ello un amplio territorio fronterizo con Estados Unidos.

Nombrado jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste, el ya general Obregón invadió Sinaloa y tomó Culiacán en noviembre de 1913. Después de un intensivo entrenamiento de sus tropas y de que se repararan las líneas ferroviarias, que le aseguraban el transporte para la nueva campaña, Obregón marchó hacia el sur, sitió Mazatlán y continuó su avance hacia Jalisco. Con una serie de sorprendentes movimientos tácticos infligió a los huertistas dos espectaculares derrotas en Orendáin y El Castillo y, poco después, tomó Guadalajara.

Tras firmar con Eduardo Iturbide, el 10 de agosto de 1914, los acuerdos de Teoloyucan, que establecían la entrada del Ejército Constitucionalista en la capital y las condiciones de rendición y disolución del Ejército Huertista, Obregón entró en Ciudad de México. Carranza ocupó la Presidencia, pero Pancho Villa y Emiliano Zapata lo rechazaron.

El general Obregón intentó en vano dialogar con Villa para resolver la conflictiva situación, pero el caudillo del norte logró apresarlo y estuvo, incluso, a punto de fusilarlo. Una vez concluida la convención de Aguascalientes, en octubre de 1914, y de que Pancho Villa y Emiliano Zapata entraran en la capital, Álvaro Obregón siguió a Carranza en calidad de jefe del Ejército de Operaciones.

Después de derrotar a las tropas de Emiliano Zapata entró nuevamente en México y, en un gesto que ejemplificaba su decisión de acabar con las insurrecciones, se dejó crecer la barba y anunció que no se la quitaría hasta no acabar definitivamente con Pancho Villa. Obregón cumplió con su promesa tras vencer a los villistas en cuatro importantes batallas que tuvieron lugar en 1915. Los dos enfrentamientos de Celaya, ocurridos en abril, la batalla de Silao y León, en la que perdió un brazo, entre el 1 y el 5 de junio, y la librada en las proximidades de Aguascalientes, entre el 6 y el 10 de julio, fueron todas modelos de planificación táctica y estratégica.

Pero más que su triunfo militar sobre las huestes del Centauro del Norte, lo que realmente consolidó la posición de Obregón y proyectó su figura como caudillo nacional fue la victoria política que obtuvo al decretar una ley de salarios mínimos en varios estados norteños.

Tras sus fulgurantes éxitos militares y la pacificación del norte del país, donde logró reducir el poderío de Pancho Villa a meras acciones guerrilleras, el general Obregón ocupó, entre marzo de 1916 y mayo de 1917, la Secretaría de Guerra y Marina. Durante ese año debió enfrentar una crisis con Estados Unidos, provocada por las incursiones de Villa en el territorio de ese país, sobre todo a raíz del asalto a la localidad norteamericana de Columbus. También en ese período fundó la Academia de Estado Mayor y la Escuela Médico Militar.

Con la sanción de la Constitución de 1917, Obregón consideró que la etapa militar de la Revolución había acabado y que la República ya contaba con un instrumento fundamental para su reorganización. Se retiró entonces a su hacienda de Navojoa. Durante algo más de un año, este hombre corpulento, de rostro redondo, frente despejada, bigote rotundo y mirada penetrante, dedicó su tiempo a las tareas agrícolas y a instrumentar los medios para obtener mejores beneficios de los productos del campo. Con tal fin creó en Navojoa la Agencia Comercial y la Liga Garbancera.

Pero Obregón seguía atento a lo que sucedía en el país y, al ver que las conquistas revolucionarias no sólo no se profundizaban sino que corrían peligro de ser destruidas por los conservadores, decidió aceptar su candidatura a la Presidencia de la República en las elecciones de 1920.

Aunque toda la clase dirigente conocía sus razones, el 1 de junio de 1919 las explicó al pueblo en un memorable manifiesto: "Muchos de los hombres de más alto relieve dentro del orden militar y del orden civil han desvirtuado completamente las tendencias del movimiento revolucionario, dedicando todas sus actividades a improvisar fortunas, alquilando plumas que los absuelvan falsamente en nombre de la opinión pública". Y entre esos hombres estaba aquel al que Obregón había defendido y ayudado a llegar a la Presidencia, Venustiano Carranza, y contra quien se rebeló por el Plan de Agua Prieta, el 23 de abril de 1920.

Un mes más tarde del pronunciamiento de Agua Prieta, las tropas carrancistas fueron derrotadas y su caudillo asesinado en Tlaxcalantongo. En septiembre se celebraron las elecciones y el general Obregón obtuvo una rotunda victoria, que le permitió asumir la Presidencia para el período de 1920-1924.

La década de los años veinte estuvo marcada por la poderosa energía de Álvaro Obregón y de Plutarco Elías Calles, que se alternaron en el poder con la férrea voluntad de reconstruir el país. En el momento de la asunción de Obregón, México estaba agotado por diez años de revolución. Más de un millón de personas habían muerto, la producción agrícola era escasa en proporción a la potencialidad del país, los caminos, las vías férreas y las comunicaciones habían sido destrozadas, la deuda exterior era cuantiosa, la situación de campesinos y obreros seguía siendo lastimosa y el caos alcanzaba todos los estamentos administrativos.

Sin embargo, las producciones minera y petrolífera eran considerables y México podía afrontar con éxito su reconstrucción. "En estos momentos, nada es más importante que la paz social y la estabilidad política" dijo el general Obregón, coincidiendo con su gran aliado, Plutarco Elías Calles. De este modo, el presidente Álvaro Obregón se abocó, con el apoyo del ejército y en un clima de libertad de opinión, a una política radical que contribuyó a levantar el país sobre bases sólidas.

Una vez en la Presidencia, Obregón dio un decidido impulso a la reforma agraria expropiando latifundios y tierras mal cultivadas que repartió entre los campesinos; apoyó y subvencionó las organizaciones obreras como la CROM (Confederación Regional Obrera Mexicana) y la CGT (Confederación General de Trabajadores); fundó el Banco único; restableció la Secretaría de Educación y construyó centenares de escuelas para consolidar la enseñanza pública; reparó y construyó miles de kilómetros de líneas férreas y telegráficas; redujo los efectivos del ejército; renegoció la deuda exterior y, no sin esfuerzos, consiguió el reconocimiento internacional, salvo el de Gran Bretaña.

Pero el gobierno de Obregón tuvo su punto conflictivo en la política anticlerical que Plutarco Elías Calles llevó desde la Secretaría de Educación, que provocó el trágico choque entre católicos y socialistas en Morelia -donde murieron cincuenta personas- y la expulsión de los delegados pontificios.

Al finalizar su mandato, Obregón se retiró a Sonora hasta 1927, cuando, a instancias de Calles, el Congreso modificó la Constitución para permitir su reelección. A pesar de las protestas, los atentados y una sublevación católica por esa decisión, Obregón aceptó el reto presentándose nuevamente a las elecciones del 1 de julio de 1928, en las que ganó por amplia mayoría.

Sin embargo, Obregón no llegaría a gobernar. Mientras comía con sus correligionarios en el restaurante La Bombilla, en villa de San Ángel, D.F. de México, un fanático católico, llamado José de León Toral, lo asesinó. De este modo violento acabó la vida del hombre que, después de diez años de guerra civil, había procurado dar paz y estabilidad a su patria.

Consecuencias de la Revolución Mexicana

Los influyentes hicieron alianzas para no perder sus privilegios, el clero adoptó postura neutra, los mexicanos tuvieron acceso a los servicios básicos, pero en general, la historia poco cambió: "Los pobres siguieron pobres y los ricos conservaron su poder".

Como resultado de la revolucion, se sentía en México un ambiente de inestabilidad política, social y económica(fue en esta periodo se adquirieron fuertes compromisos con otros países, nuestra deuda eterna), con todo lo que esto lleva, todos tenían diferentes ideas, y a su modo trataban de imponerlas, surge una república "a la mexicana", ya hay pequeños pero numerosos grupos inconformes, desilusionados de la nueva condición del gobierno, y que continuamente participaban en disturbios al orden: "La nueva nación era libre, pero estaba desunida".

Para entonces, más allá de lo político, la nación, que constituían campesinos y obreros, estaba convencida de que solo se había cambiado la imagen, estaban convencidos de que los ideales de los héroes de la Revolucion, se habían vuelto humo, pues la condición de "los de abajo" seguía siendo difícil, podían ser educados.

Con el paso del tiempo, más y más voces se fueron uniendo quienes exigian por una repartición más justa de el suelo, pues en aquel entonces (como si ya no estuviera vigente esto), la gran mayoría de los campesinos, no eran dueños ni de la tierra que cultivaban ni del techo que los cubría. Así pues, sin nada más que perder, muchos mexicanos y mexicanas (no olvidemos a nuestras célebres "adelitas", mujeres que se iban a "la bola" detrás de sus hombres, "para morir iguales"), patriotas cuyos nombres hoy no están grabados en algún monumento, se levantaron en armas en una desigual guerra, cuyo resultado ofrecía muchas ilusiones y esperanzas, y aunque sabían que muchos de ellos no disfrutarían de los logros, tenían la confianza de que al menos sus hijos vivirían en un país "mas parejo": "porque más vale morir como valiente, que morir como cobarde, ¡Viva la Revolución!".

El Maximato 1928-1934

El expresidente Alvaro Obregón quiso regresar al poder y logró que se reformaran las leyes que prohibían la reelección. Ganó las elecciones presidenciales de 1928. Pero antes de tomar posesión, durante una comida en que se celebraba su victoria, fue asesinado. Desde entonces el principio de la no reelección ha sido rigurosamente respetado.
Como consecuencia del asesinato del presidente electo, el Congreso designó como presidente provisional a Emilio Portes Gil.
Para fortalecer el gobierno, Calles les propuso a los jefes políticos y militares la creación de un partido político que serviría para resolver sus diferencias y fomentar la unidad. Así nació, en 1929, el Partido Nacional revolucionario (PNR).
En las nuevas elecciones ganó el candidato del PNR, Pascual Ortiz Rubio; fue una votación muy discutida contra José Vasconcelos, que era candidato independiente. Sin embargo, el verdadero poder lo tuvo Plutarco Elías Calles, llamado Jefe Máximo de la revolución.

De 1928 a 1934 hubo tres presidentes: Emilio Portes Gil, Pascual Ortíz Rubio y Abelardo Rodríguez. Ninguno de ellos cubrió un periodo completo. A este periodo se le conoce como el Maximato, porque durante ese tiempo el poder se concentró en el Jefe Máximo. La influencia de Calles terminó cuando el siguiente presidente de la República, el general Lázaro Cárdenas, lo expulsó del país.

Cronología de los hechos

Domingo 9 de Febrero de 1913.- Los sublevados liberan a Bernardo Reyes y Félix Díaz. Madero se dirige a Cuernavaca en busca de Felipe Angeles para que se defienda la Plaza.
LUNES 10.- Los diarios capitalinos no aparecen. Temor general. No hay transporte y las tiendas permanecen cerradas.
Martes 11.- Se bombardea la Ciudadela. Son aniquilados dos batallones.
Miercoles 12.- Escapan los presos de la cárcel de Belén. La ciudad queda sin servicios.
Jueves 13.- Se recrudece la lucha de la ciudadela y sus alrededores. Se disparan mil cañonazos por minuto.
Viernes 14.- Varios edificios públicos son dañados. Muchos civiles mueren por causas de "balas perdidas".
Sabado 15.- Madero rechaza a los senadores que le piden su renuncia. La ciudad se llena de humo producido por los cadáveres incinerados.
Domingo 16.- Se pacta un armisticio que es roto al poco tiempo. Mueren cerca de 300 civiles ajenos a la lucha.
Lunes 17.- Continuan los enfrentamientos.
Martes 18.- Se celebra el Pacto de la Embajada entre Félix Díaz y Huerta con la aprobación del embajador Norteamericano, Henry Lane Wilson, Madero y Pino Suárez son aprehendidos al Salir del Palacio Nacional.
Miercoles 19.- Madero y Pino Suárez son obligados a renunciar. Huerta asume la presidencia. 3 días después son asesinados alevosamente.

El 20 de Noviembre de 1910
Los treinta años de dictadura de Porfirio Díaz significaron una profunda transformación para el país. La propiedad comunal se disolvió y muchos campesinos se quedaron sin tierras, obligados a trabajar para las grandes haciendas. Como consecuencia de esto, se inició la emigración hacia la frontera del norte del país.
La introducción del ferrocarril favorecía la integración del mercado interno y, con ello, la incipiente industrialización. A medida que se articulaba dicho mercado y la hacienda agroexportadora entraba en su etapa de auge y expansión, las relaciones de trabajo se fueron transformando. El campesino aparcero y mediero, privado de sus tierras, se convirtió en jornalero agrícola, mientras que, por otro lado, se inició la expulsión de la mano de obra rural hacia los nuevos centros de industrialización, formandose así los primeros grupos de trabajadores fabriles.
Políticamente, el Estado Mexicano fue centralizándose y los intereses regionales se supeditaron a un proyecto de desarrollo nacional moderno. Ante las consecuencias sociales de este proceso, gran parte del país opuso resistencia. Desde los primeros años fueron frecuentes las sublevaciones campesinas, las huelgas en fábricas y minas y, antes de que terminara el siglo, amplios sectores del antiguo artesanado se movilizaron también, formando grupos de oposición.
A la una de la mañana del 9 de Febrero de 1913, en la escuela militar de San Fernando, todo era movimiento: los jóvenes aspirantes habían recibido órdenes de los oficiales, para enlistarse de momento y marchar a la Capital de la República, disque a reprimir una asonada. Poco después de la hora mencionada, los artilleros del 2o Regimiento de guarnición en Tacubaya, despertaban al toque de diana. Escucharon la consigna de tomar equipo de combate y emprender salida rumbo a la Ciudad de México. Ambas corporaciones fueron escogidas por el Gral. Manuel Mondragón, está perfectamente probado que el menguado General fue el autor intelectual del cuartelazo del 9 de Febrero, el mismo individuo que prostituyó al ejército, mediante procedimientos arteros, a la deslealtad. Habiendo perdido el patrocinio del General Díaz, necesitaba encumbrarse por cualquier medio a un sitio gubernativo en el que el oro manara a raudales y le concediera todo el poder que años atrás había disfrutado.

Artilleros y aspirantes de la caballería, se presentaron muy de mañana frente a la prisión de Santiago, reclamando la liberación del General Bernardo Reyes. Dicha casa de reclusión militar fue incendiada en el transcurso de la mañana y muertos la mayor parte de los reos. Los astutos sublevados llevando a Mondragón y a Reyes a la cabeza, continuaron su marcha hacia la Penitenciaría, donde a fuego de metralla, lograron la libertad de Félix Díaz. Mientras se desarrollaban, los últimos sucesos, el Intendente del Palacio, Capitán de Navío Adolfo Bassó Méndez, se ponía en comunicación con el Ministro de la Guerra General Angel García Peña y con el Comandante Militar de la Plaza General Lauro Villar, para organizar la defensa de la residencia oficial del Ejecutivo.

Así fue como al las 7:20 a.m. dichos Generales a las órdenes del Coronel Juan C. Morelos; los mismos generales nombrados, procedieron a distribuir a leales en sitios estratégicos, con el objeto de repeler la agresión de los amotinados. Al presentarse estos, capitaneados por el General Reyes, fueron recibidos con nutrido fuego de fusilería. Los bravos García Peña, Villar y Bassó, disparaban certeros la dotación de sus revólveres. En los primeros momentos de la terrible refriega, perecieron el Gral. Bernardo Reyes, por una parte, y por la otra el Coronel Morelos. Heridos los Generales García Peña y Villar, la continuación de la defensa quedó encomendada al General José María de la Vega. Los aspirantes que ocupaban la Catedral depusieron las armas, poniéndolas a las órdenes del Supremo Gobierno; Félix Díaz y Mondragón, tomaron el rumbo de la Ciudadela.
Tan pronto como la noticia detallada del cuartelazo llegó a Chapultepec, residencia privada del Señor Madero, éste dispuso su violenta salida al lugar de los sucesos. Después de transmitir las órdenes más urgentes se encaminó a caballo hacia el Palacio Nacional, acompañado de sus hermanos D. Ernesto y D. Gustavo, del Ministro de Comunicaciones Ingeniero Manuel Bonilla y del Mayor López Figueroa. Formábanle escolta los alumnos del Colegio Militar.

Caminando por la Avenida Juárez a la altura del Teatro Nacional, una patrulla de revoltosos, disparó sus armas sobre el grupo que rodeaba al Ejecutivo, más con tal precipitación, sólo se tuvo que lamentar la desgracia de algunos heridos. Los revoltosos desaparecieron y la comitiva presidencial continuó su marcha por la Avenida de San Francisco llegando al fin, al Palacio, sitio en el que pocos momentos después se les reunieron la mayor parte de los Secretarios de Estado. Donde en Consejo extraordinario se llegó a las resoluciones siguientes:
Enviar a la Ciudadela al Mayor López Figueroa pidiendo la rendición de los rebeldes. Detenido éste por los sublevados, lo sustituyó en la Inspección de Policía el Mayor Benjamín Camarena.
Suspender el servicio particular de telégrafos para el interior y el telefóno suburbano. Llamar al General Vasconcelos, al traidor Blanquet de Toluca,a Medina Barrón, al 30 Batallón situado en Teotihuacán, al numeroso cuerpo de voluntarios que comandaba en el Estado de Puebla el Coronel Ocaranza y por último, a Rubio Navarrete.

El Presidente deseando sofocar la rebelión salió a las 2 de la tarde para Cuernavaca, regresando el día 10 con el General Angeles, Gobernador de Morelos. Sin darse punto de reposo asistió a una junta de Guerra a la que concurrieron Cauz, San Ginés, Delgado, Angeles, Mass, el Coronel Castillo y el Judas de ese cenáculo Victoriano Huerta. En dicha junta se decidió el plan de combate que se desarrollaría al día siguiente.
En la mañana del 11 se emprendió el ataque a la Ciudadela. A las diez de la mañana la ciudad escuchó el primer cañonazo felicista. Dicho disparo señaló el principio del gran combate que duró ocho días que parecieron eternos.
De acuerdo con el plan, cuatro poderosas columnas atacaron simultáneamente a la fortaleza infiel: por el norte el General Cauz, por el sur el Gral. Mass y hacia el oriente y oeste las comandadas por los generales José M. Delgado y Felipe Angeles.
Huerta, a quien se había otorgado el mando superior del Ejército, mandó debilitar dichos puntos hasta que al fin fueron abandonados en manos enemigas.
Cerca del mediodía del 18, el Presidente Francisco I. Madero asistido por sus Ayudantes, celebraba acuerdo con algunos de los Secretarios de Estado. (Cuan lejos estaba de que momentos antes, Huerta en connivencia con Blanquet, Mass, Yarza, Rubio Navarrete, Garcia Hidalgo, etc. había determinado agregar al cuartelazo del 9 otro más inícuo). Presentáronse de improviso el Teniente Coronel Jiménez Riveroll y el Mayor Izquierdo con gente del 29 intimando en nombre del Ejército la prisión del Sr. Madero. El impasible funcionario en contestación disparó su revólver sobre el sayón. Y como si se tratara del suceso más natural, salió al balcón a arengar a la guardia, ignorando que ésta había sido sustituida con hombres del fatídico Batallón citado. Descendió en seguida por el elevador al patio de honor en donde ya lo asechaba Blanquet, quien pistola en mano lo hizo prisionero.
Simultáneamente fueron aprendidos el Vicepresidente y la mayor parte de los Ministros, haciéndose otro tanto con don Gustavo Madero en compañía de los Generales Francisco Romero y José Delgado.
Conseguido el aseguramiento de las primeras personalidades del Gobierno, el plan de los traidores pudo desarrollarse en lo de adelante sin el menor tropiezo.
Se llevó a cabo en el resto del día la persecución contra algunos diputados del grupo "renovador", contra los principales líderes maderistas y contra los politicos más connotados del régimen que se trataba de derrocar; iniciáronse, al mismo tiempo, los preliminaresdel convenio, baldón de nuestra historia, conocido con el nombre de "pacto de la Ciudadela". Las bases de éste nuevo Tuxtepec, fueron firmadas por Huerta y Félix Díaz, asesorado el primero por Mass y el ingeniero Cepeda y el segundo por los licenciados Fidencio Hernández y Rodolfo Reyes. Se intentaron, además, los primeros trámites para obtener la renuncia de los CC. Presidente y Vicepresidente de la República. Las renuncias de los señores Madero y Pino Suárez fueron llevadas, al fin, a la Cámara y discutidas en la sesión de la tarde del 19, aprobadas por mayoría: La del Sr. Presidente por 123 votos contra la opinión de los viriles ciudadanos Escudero, Pérez, Rojas, Alardín y Hurtado Espinoza y la del Vicepresidente por 118 votos afirmativos contra 10 de la negativa. ¡La traición fue consumida y la ambición satisfecha!
Los ilustres prisioneros fueron confiados primeramente en uno de los departamentos de la Comandancia Militar y trasladados, después a los de la Intendencia del Palacio. Allí permanecieron hasta el día 22, en que sacados de su celda fueron conducidos al sacrificio. ¿Cómo fue éste?
La versión oficial de todos conocida, lo relató de un modo tonto y perverso; la voz de la calle lo refirió, aproximándolo a la verdad, de mil maneras diversas, y el sicario Francisco Cárdenas que lo ejecutó, lo describe en una de sus declaraciones en la forma siguiente:

Ese día como a las seis de la tarde, me mandaron llamar a los salones de la Presidencia y hablé con mi General Mondragón, quien me dijo: "Sabemos, Cárdenas, que usted es hombre y sabe hacer lo que se le manda. El que mató a un Santanón, debe con facilidad matar a un Madero." El General después de escuchar mi contestación afirmativa, me indicó que podría retirarme y que estuviera listo con mis hombres, escogiéndolos de confianza, pues el primero que dijera una frase de lo que se iba a hacer sería fusilado.

Como a las ocho y media de la noche y cuando ya tenía mis hombres listos, se me mandó llamar por el mismo General Mondragón, quien me ordenó que sacásemos a los Señores Madero y Pino Suárez de los alojamientos donde se encontraban y los lleváramos a la Penitenciaría para que allí, en uno de los patios, procediéramos a su ejecución. Despues de recibida esta orden, yo y mis hombres nos dirigimos a tomar a los reos del lugar en que se hallaban. El Señor Madero incorporándose, me dijo encolerizado: "Qué van a hacer conmigo, cualquier atropello que se haga, no será a mí sino al Primer Magistrado de la Nación". Nada contesté, me limité a poner al Presidente entre los rurales y poco después hacía lo mismo con el Licenciado Pino Suárez quien no protestó, pidiendo solamente se avisara a su familia sobre el sitio a donde se le llevara.

Salimos yo y mi gente con los prisioneros, cuando al pasar por uno de los pasillos que hay en el patio de honor, el Sr. Madero protestó con energía y hubo un momento en que dio un bofetón en el rostro a uno de los guardias que estaba más cerca de él. Los gritos de protesta continuaban y entonces me apresuré a participarlo al General, comprendiendo que era expuesto sacarlo de allí con escándalo. En uno de los salones de la Presidencia, creo que fue en el Amarillo, me encontré a los generales Victoriano Huerta y Manuel Mondragón, así como a otras personas que no conocía y en seguida expuse lo que pasaba. Mi General Mondragón mesándose con ira los cabellos, se levantó de su asiento y me dijo: "Llévelos a una caballeriza y allí los remata." Esta orden la aceptaron las personas que con él estaban, agregando Huerta esta frase: "Lo que ha de ser.... que sea". Esperaba nuevas órdenes cuando el General Mondragón, encolerizado, exclamó: "Sobre la marcha"; luego salí de allí y poco después entrábamos a una de las caballerizas. Los prisioneros, al ver aquéllo, comprendieron lo que les esperaba y protestaron con frases duras para mi General Huerta. Más como la orden tenía que cumplirse, a empellones los hice entrar al interior de la caballeriza donde los puse al fondo para que mis muchachos tiraran. El Vicepresidente fue el primero que murió, pues al ver que se le iba a disparar comenzó a correr, di la orden de fuego y los proyectiles lo clarearon hasta dejarlo sin vida, cayendo sobre un montón de paja. El Sr. Madero vio todo aquéllo y cuando le dije que a él le tocaba, se fue sobre mí, diciéndome que no fuéramos asesinos, que se mataba con él a la República. Yo me eché a reir y cogiéndolo por el cuello, lo llevé contra la pared, saqué mi revolver y le disparé un tiro en la cara, cayendo en seguida pesadamente al suelo. La sangre me saltó sobre el uniforme.

Muertos los dos, así lo participé al General Mondragón, quien metió la mano al bolsillo y me dio un rollo de billetes agregando: "Eso es para usted y su gente". Después los pusimos en el automóvil y al llegar a las calles de Lecumberri, bajé a mis guardias y ordené que dispararan sobre el vehículo. Los muchachos así lo hicieron y poco después entregué los cadáveres al director de la Penitenciaría.
¡Baldón para el menguado que esgrimió el arma homicida!
¡Maldición eterna para los directores intelectuales de tamaño delito!

Venustiano Carranza desconoce al Usurpador Victoriano Huerta el 19 de Febrero de 1913 y sabiendo que ya está en Coahuila el Tte. Corl. Pablo González, sale hasta entonces de Saltillo y es en la Hacienda de Guadalupe donde proclama El Plan de Guadalupe el 26 de marzo de 1913, bajo la protección y el amparo del Tte. Corl. Pablo González, que se bate heróicamente en Monclova, en Candela, en Lampazos, en Bustamante, en Gloria, en Aura, contra poderosas fuerzas federales huertistas de los Generales Joaquín Mass y Guillermo Rubio Navarrete.
El Plan de Guadalupe es un documento sencillo, severo; expresa con admirable precisión la finalidad intrínsica de la lucha que empieza; por eso fue la resolución correcta del orden social y político porque ya no era posible mediante el sistema de súplicas y ruegos que nadie oiría, sino como lo comprendió el Gobernador Venustiano Carranza, tenía que ser un problema antes que todo, escencialmente militar. Fue por esto que, para acabar radicalmente con el régimen de la usurpación, fue indispensable que surgiera avasalladora La Revolución Constitucionalista.

El Gral. de División, don Pablo González Garza en uniforme de campaña cuando comandaba un ejército de poco más de 100 mil hombres.

Para ello Don Venustiano Carranza cuenta en su inmensa labor de preparación y para llevar a feliz término la campaña, con el contingente de muy valiosos elementos en el orden civil y militar, entre ellos ostensiblemente figuró la relevante personalidad del entonces Teniente Coronel Pablo González Garza, de notables rasgos morales que reveló al hombre conciente de sus deberes, de méritos indiscutibles conquistados en campaña muy comentada por su eficacia y actividad, que fueron motivos justificados para que el Primer Jefe del Ejército Restaurador Constitucionalista lo ascendiera al grado inmediato de Coronel. Y después don Pablo González ganó bien sus insignias de General Brigadier, luego de Brigada, y por último de General de División, convirtiéndose en Magnífico organizador, en El Brazo Derecho de Carranza, y en General en Jefe del Cuerpo de Ejército del Noreste, luego del Oriente, siendo su lealtad a la causa y su aguerrida actividad el que obtuvo para Venustiano Carranza y el Constitucionalismo el triunfo sobre el Usurpador Victoriano Huerta y no Alvaro Obregón, y sobre el traidor hipócrita agrarista Emiliano Zapata; siendo además, a el General Pablo González Garza a quien don Venustiano Carranza debió alcanzar la Presidencia de la República y hacer posible que se Promulgara la Constitución de 1917.

Francisco I. Madero en la decena tragica la decena infame

Francisco I. Madero candidato del Partido Antireleccionista en contra de Porfirio Díaz fue hecho prisionero en San Luis Potosí mientras se realizaban las elecciones.
Díaz se reeligió y Madero escapó de la cárcel y se refugio en San Antonio, Texas donde dio a conocer el Plan de San Luis. En él declara nulas las elecciones desconocía al régimen de Díaz, exigía el sufragio efectivo y la no reelección y, señalaba el 20 de Noviembre de 1910 para que el pueblo se levantara en armas contra el tirano.
Al llamado Plan de San Luis, se pronunciaron hombres como Pascual Orozco, Pancho Villa, Emilizano Zapata etc. La insurreción se extendió poco a poco por todo el País. En Mayo de 1911 cayó Ciudad Juárez en poder de los maderístas. Debilitado el gobierno de Díaz entrá en negociaciones y el 25 del mismo mes el dictador presentó su renuncia.
Al triunfo de la Revolución Madero dejá intacto el ejército porfirista, mientras a su alrededor crecía el descontento. Los Porfiristas reclamaban sus antiguos privilegios; los zapatistas exigían el reparto de tierras; la prensa lo atacaba a diario y las rebeliones de Félix Díaz y Bernardo Reyes, independientes entre sí, confluyeron en la llamada Decena Trágica para asentarle el golpe definitivo a Madero.

La Huelga de Cananea y Río Blanco

Desde principios de 1906 en Cananea también se había prendido el fervor revolucionario, Lázaro Gutiérrez de Lara, que sostenía relaciones epistolares con Ricardo Flores Magón y recibía el periódico Regeneración, organizo el "Club Liberal de Cananea", donde se propagaban ideas que no solamente eran contrarias al régimen de dictadura de Porfirio Díaz, sino que expresaban principios de transformación social profunda, influidos por los ideales del socialismo, que entonces aún no se había dividido por estas latitudes en socialismo autoritario y socialismo libertario, sino que se hablaba de reivindicaciones sociales inmediatas y de luchas encaminadas a la Revolución Social finalista.

En Cananea había descontento entre los trabajadores de la empresa norteamericana que explotaba las minas de cobre - The Cananea Consolidated Cooper Company - que pagaba unos salarios bajisimos y permitía que a los trabajadores se les tratara inhumanamente por parte de los empleados norteamericanos, especialmente por algunos capataces. La situación era cada vez más difícil y la tiranía en las relaciones entre obreros y patronos era cada vez mas critica. Al fin, como había de suceder, el día

1º de junio de 1906 comenzó la huelga.

El pliego de condiciones que presentaron a la empresa los obreros huelguistas - condiciones que el abogado patronal califico
de absurdas - decía:

"1. Queda el pueblo obrero declarado en huelga.

"2. El pueblo obrero se obliga a trabajar bajo las condiciones siguientes:

La destitución del empleo del mayordomo Luis (nivel 19).
El mínimo sueldo del obrero será de cinco pesos, con ocho horas de trabajo.

En todos los trabajos de "Cananea Consolidated Cooper Co.", se emplearán el 75% de mexicanos y el 25% de extranjeros,
teniendo los primeros las mismas aptitudes que los segundos.

Poner hombres al cuidado de las jaulas que tengan nobles sentimientos para evitar toda clase de irritación.

Todo mexicano, en los trabajos de esta negociación, tendrá derecho al ascenso, según se lo permitan sus aptitudes."

William Green, gerente de la empresa, más que responder al memorándum, se preparo para atacar por la fuerza a los huelguistas. Armó a sus trabajadores norteamericanos y pidió refuerzos a las autoridades del otro lado de la frontera, las que
no tardaron en enviarle parque y fusiles. En las primeras horas de la tarde se organizó una manifestación en la que participaron unos tres mil trabajadores, que desfilaron por las calles de la población y se dirigieron hasta la maderería de la Cananea Cooper para invitar a los obreros que todavía trabajaban a que se les unieran al movimiento, cosa que éstos hicieron inmediatamente, provocando este hecho la ira de los jefes norteamericanos. Los hermanos Metcalf, desde un balcón arrojaron
agua con una manguera sobre los manifestantes, quienes respondieron con una lluvia de piedras... y la contrarrespuesta fue un tiro que mató instantáneamente a un obrero. Se desencadeno entonces la lucha y los hermanos Metcalf y diez trabajadores
resultaron muertos en el primer encuentro. La lucha se reanudó en más de una ocasión durante ese día y el siguiente. León Díaz Cárdenas, en su libro "Cananea primer brote del sindicalismo en México", describe así aquella lucha: "Los obreros, indignados, no podían repeler la agresión.

Inermes, contestaban a los disparos con maldiciones y con piedras, trabándose una lucha desesperada y desigual, como que de un lado estaban el gobernador de Estado de Sonora -mexicano-, Rafael Izábal, que, como es de suponer, estaba de parte
de los patronos norteamericanos, que había llegado a Cananea con cerca de cien hombres armados, las autoridades locales,
los empleados extranjeros de la compañía y 275 soldados norteamericanos, que llegaron al mando del coronel Rining, que había cruzado la frontera a petición del propio gobernador Izábal, del otro lado estaban los cinco mil trabajadores de las minas de cobre.

Hubo un tercer combate en el que nuevamente ofrendaron su vida los trabajadores, y, finalmente, perdieron los trabajadores, sometidos por las armas, por la amenaza que hiciera el jefe de las fuerzas represivas de enviar a los huelguistas a luchar en
contra de la tribu yaqui y por el hambre, que se hizo insufrible.

Las cárceles se llenaron de huelguistas, los dirigentes fueron condenados a sufrir quince años de prisión en el castillo de San Juan de Ulúa, la espantosa cárcel donde el porfirismo enterraba a sus víctimas.

La huelga de Cananea fue el primer suceso de importancia capital en las luchas obrero-patronales, tanto por los ideales que se manifestaban en el proletariado, ideales de innegable esencia libertaria y anarquista, como por sus consecuencias inmediatas y la influencia que posteriormente había de tener en el desarrollo del movimiento obrero mexicano, prostituido por el liderismo politizado y gansteril. Los antecedentes inmediatos de la huelga de Río Blanco pertenecen, sin ninguna clase de dudas, a la propaganda magonista, que se había extendido considerablemente desde que apareció Regeneración, el 7 de agosto de 1900.

A mediados de 1906 se había creado en Río Blanco una "Sociedad de Obreros Libres". Bien pronto se fundaron círculos afines en Puebla, Querétaro, Jalisco, Oaxaca y Distrito Federal, los cuales reconocían al de Río Blanco como centro director.

El órgano periodístico Revolución Social sostenía ideas inspiradas en los principios del programa del Partido Liberal de los Flores Mágon, principios radicales y de abierta y decidida oposición al régimen del general Díaz. Las opiniones revolucionarias del periódico alarmaron con sobrada razón a los capitalistas..."

Esa alarma de los capitalistas a que se refiere Silva Hersog se cristalizó en un reglamento por el cual se prohibía a los obreros que se organizaran, bajo la pena de perder el trabajo. Esta actitud patronal, unida a las represalias que ya se tomaban contra los trabajadores que más se significaban por sus actividades propagandísticas, provocaron la indignación de los obreros, que protestaron.

Como el conflicto que se iniciaba amanazaba la tranquilidad del país y representaba un ejemplo revolucionario ante el cual no podía permanecer impasible el régimen porfirista, el gobierno central intervino, y sus obreros y patronos sometieron sus
querellas al arbitraje del dictador.

Pôrfirio Díaz, el dictador, dio un laudo - que fue hecho público en el Teatro Gorostiza, de Orizaba, con presencia de delegaciones de los trabajadores de las fábricas de Orizaba, Río Blanco y los alrededores el cual no era más que una serie de
amenazas para los trabajadores y una suma de privilegios para los capitalistas. Don Porfirio, una vez más, afirmaba su posición al lado de los privilegiados. Los trabajadores, indignados, rechazaron el laudo presidencial y se decidieron a emprender una lucha sin cuartel contra sus explotadores y contra el dictador.

El día 7 de enero de 1907 no entraron los obreros a trabajar. Por distintos rumbos de la ciudad fueron apareciendo compactos grupos de trabajadores que se concentraron frente a la fábrica mostrando su firme decisión de huelga.

En esa actividad valiente no fueron las mujeres las menos decididas, y los nombres de Dolores Larios, Carmen Cruz, Isabel Díaz de Pensamiento y Lucrecia Tóriz han pasado a la historia como heroínas de aquellas jornadas. Cuando los trabajadores
estaban congregados frente a la fábrica, en Río Blanco, los dependientes de las tiendas de raya cruzaron algunas palabras poco amistosas con un grupo de obreros. Menudearon las injurias y sonó un tiro. Un obrero cayó muerto. Alguno de los
dependientes había disparado su pistola. En entonces la muchedumbre, indignada, se arrojó sobre la tienda de raya y, después de saquearla, la incendió. La muchedumbre, formada por hombres, mujeres y niños, enardecida y ansiosa de vengar la
injusticia de su vida miserable resolvió marchar rumbo a Orizaba. Una fracción del
12º regimiento, mandada por el general Rosario Martínez, apostada en la curva de Nogales, al aparecer la multitud hizo fuego contra ella sin previo aviso ni
intimidación. Después de repetidas cargas cerradas quedaron las calles sembradas de cadáveres de hombres, mujeres y niños.

Durante el resto de ese día y parte de la noche los soldados se ocuparon de cazar a los pequeños grupos de obreros dispersos que huían para tratar de salvarse. La persecución fue despiadada y se extendió hasta las laderas que circundan la ciudad.

Hubo más de cuatrocientas víctimas y a la mañana siguiente, frente a los escombros de la tienda de raya, en Río Blanco, fueron fusilados Rafael Moreno y Manuel Juárez, presidente y secretario, respectivamente, del "Gran Circulo de Obreros Libres"" A
otros militantes se les condenó a trabajos forzados en los insalubres y lejanos territorios de Quintana Roo. Los sucesos de Río Blanco como los de Cananea royeron los cimientos del sólido edificio de la dictadura hasta dejarlo en inminente peligro de derrumbe. Los ideales revolucionarios del movimiento obrero de influencias anárquicas habían arraigado la rebeldía justiciera
en los obreros de Río Blanco, que pagaron su tributo de sangre a la Revolución Mexicana, esta revolución que en tan poca medida ha sido para los obreros.

viernes, 28 de mayo de 2010

La Revolucion Mexicana (Condiciones sociales)

Durante el gobierno de Díaz existían numerosos latifundios, y el 80% de la población mexicana dependía del salario rural. Además, las tiendas de raya eran una práctica común en éstos lugares, en los que se otorgaban los salarios de los trabajadores en mercancía. Mediante este sistema, se lograba que los trabajadores alcanzaran tal cantidad de crédito, que quedaban endeudados de por vida. En el campo además actuaba el llamado Cuerpo de Rurales, el cual era un grupo policíaco encargado de "resguardar la paz" en el campo, generalmente a través de métodos brutales. Otra práctica de este grupo era la leva, o reclutamiento obligatorio.

En las ciudades, a partir de 1906 comenzaron a surgir una gran cantidad de movimientos obreros. Son representativas en este rubro las huelgas de Cananea y Río Blanco. La respuesta del gobierno ante estos movimientos fue la de reprimirlos por medio de la fuerza militar.

Diversos intelectuales lucharon por defender los derechos de la clase obrera, tal como el caso de Lázaro Gutiérrez de Lara, Sarabia y Ricardo Flores Magón, quien había alentado los movimientos obreros en Cananea y Río Blanco. Uno de los medios de comunicación de esta línea era el periódico Regeneración (surgido en 1900). Este movimiento intelectual se radicalizó finalmente, haciendo un llamado a las armas en el año de 1908, levantamiento que no tuvo repercusiones y que ocasionó que decayera su influencia.

En términos generales la repartición de la riqueza en México era desigual. En 1910 menos del 1% de las familias en México poseían o controlaban cerca del 85% de las tierras cultivables.

El Porfiriato (Causa de la Revolucion Mexicana) 2da. parte

En la primera no tuvo éxito y debió aceptar forzadamente la amnistía; en cambio, en la segunda ocasión –mediante el triunfo del Plan de Tuxtepec y después de un interinato en la presidencia de José María Iglesias-, Porfirio Díaz fue por fin electo presidente de México.Ya instalado en la cúspide del poder político del país, Porfirio Díaz fue aprovechando las oportunidades para cambiar la Constitución Política, a fin de que fuera aceptada la reelección del presidente, primero por un periodo, para después permitirla de manera indefinida.Las múltiples reelecciones de Porfirio Díaz permitieron que el país gozara de varias décadas sin guerras o levantamientos armados mayores. La paz abrió camino al desarrollo económico y la creación, por ejemplo, de una fuerte infraestructura ferrocarrilera.
Esta situación hizo posible que los negocios tuvieran un ambiente muy favorable, sobre todo los extranjeros, que ingresaron a México de manera amplia, por el afán del presidente Díaz de que la sociedad mexicana estuviese a la altura y se pareciese a la de los civilizados países europeos y, en lo tecnológico, a la de Estados Unidos. La única manera de alcanzar ese propósito era que la civilización se instalara en México a través de las empresas extranjeras.El periodo en que Porfirio Díaz ocupó la Presidencia de la República, conocido como Porfiriato, representó para México años de estabilidad social y política, así como de crecimiento económico.No obstante, dicho periodo también provocó la polarización de la sociedad mexicana, particularmente entre los muchos campesinos y obreros que vivían prácticamente en la miseria, la naciente clase media que encontraba obstruidos todos los caminos para el progreso familiar y personal, y los muy pocos dueños de la riqueza, que disfrutaban del poder político al amparo del régimen porfirista.
Porfirio Díaz había luchado contra la reelección de los presidentes y fue por ello que la contradicción de su prolongada permanencia en el poder tuvo como consecuencia el estallido armado de la sociedad mexicana, abriendo paso a la Revolución Mexicana que puso fin a su dictadura.

El Porfiriato (Causa de la Revolucion Mexicana)

Después de la muerte del presidente Benito Juárez, en 1872, la lucha por el poder político se centró en los tres personajes más importantes del momento: Sebastián Lerdo de Tejada, José María Iglesias y Porfirio Díaz.
Esta situación prolongó los largos años de enfrentamientos armados, que venían desde que México se había independizado del imperio español y cuyo resultado fue sumir al país, cada día de manera más profunda, en el caos y la miseria de la gran mayoría de la población.La lucha entre las diferentes facciones termina al proclamar Porfirio Díaz el Plan de Tuxtepec, mediante el cual derroca al entonces presidente Sebastián Lerdo de Tejada, por su intención de reelegirse.
Díaz contó con la alianza de José María Iglesias, a quien posteriormente hizo a un lado, y se levant con el poder político, para no dejarlo por cerca de 34 años.
Porfirio Díaz Mori nació el 15 de septiembre de 1830 en la ciudad de Oaxaca, en el seno de una familia modesta, y quedó huérfano a muy temprana edad. Aunque ingresa como seminarista y poco después realiza estudios de abogacía, no concluye ninguna de estas carreras.En 1855 se une al general José María Herrera para apoyar la revolución de Ayutla, y en esta actividad como militar pronto logra alcanzar el grado de capitán de infantería de la Guardia Nacional.
En la carrera castrense, Díaz obtiene rápidos ascensos y en noviembre de 1859 alcanza el grado de coronel. No corrió con la misma suerte en su trayectoria como político, ya que tuvo una discretísima actuación como diputado; sus fortalezas se encontraban en el área de la milicia.
Durante la intervención francesa en México, Porfirio Díaz interviene en muchas acciones de guerra; pero fue el 2 de abril de 1867 cuando obtiene un brillantísimo triunfo al tomar la ciudad de Puebla, dando prácticamente la victoria definitiva a las fuerzas nacionales que combatían a Maximiliano de Habsburgo.
Una vez que la República fue restaurada con la derrota de las fuerzas imperiales y Benito Juárez asumió la presidencia, Porfirio Díaz se levantó en armas contra la reelección de Juárez, como también lo había hecho contra la reelección de Lerdo de Tejada.

martes, 18 de mayo de 2010

La consumacion de la Independencia de México.

La consumación de la Independencia de México tuvo lugar el 27 de septiembre de 1821, aunque se venía gestando desde mucho tiempo atrás.

En 1820 el coronel español Rafael del Riego se levantó en armas para obligar a Fernando VII a jurar la Constitución de Cádiz, suprimida por el rey en 1814. En Nueva España los clérigos y acaudalados vieron en la Carta Magna, jurada en Veracruz el 26 de mayo de 1820, un obstáculo para sus privilegios, así que decidieron promover la independencia. Un grupo de prominentes aristócratas dirigidos por Matías de Monteagudo se reunían en juntas secretas conocidas como Conspiración de la Profesa, por llamarse así el templo. Con la anuencia del virrey Juan Ruiz de Apodaca, los conspirados consiguieron que Agustín de Iturbide fuera nombrado general en jefe del Ejército del Sur, con el encargo de acabar con Vicente Guerrero y Pedro Ascencio.

Guerrero era el único jefe insurgente que realmente permanecía activo desde la muerte de Francisco Javier Mina en 1817. Intentó convencer a los jefes realistas José Gabriel de Armijo y Carlos Moyá para formar un ejército libertador que depusiera a Apodaca para en su lugar nombrar a un virrey conciliador con el que fuera posible consumar la independencia, pero ambos se negaron.

Iturbide relegó a Armijo en noviembre de 1820 y luego de varias derrotas comprendió que por la vía de las armas sería imposible vencer a Guerrero, por lo que le planteó la idea de unir fuerzas para establecer una nación independiente encabezada por Fernando VII u otro miembro de la realeza europea. El pacto entre ambos jefes se llevó a cabo el 10 de marzo de 1821 con el evento conocido como Abrazo de Acatempan. El 24 de febrero de ese año Iturbide dio a conocer el Plan de Iguala, con el que constituía el Ejército Trigarante, cuyas garantías eran independencia, religión y unión.

Durante poco más de seis meses el Ejército Trigarante recorrió el virreinato promoviendo sus ideales. Entre las escasas acciones bélicas de ese periodo se encuentran la toma de Oaxaca, el 20 de julio de 1821 a manos de Antonio León, y la última batalla de la guerra, librada en Azcapotzalco. Iturbide dividió el país en zonas militares: la centro occidental, dirigida por Guerrero, Anastasio Bustamante y Pedro Celestino Negrete; la oriental, comandada por Nicolás Bravo y Antonio López de Santa Anna y la sur, bajo el mando de Antonio León.

Apodaca fue depuesto por los militares de la Ciudad de México, quienes en su lugar nombraron a Francisco Novella. Las Cortes en España también decidieron remover a Apodaca, pero su sustituto designado fue el masón liberal Juan O'Donojú, con quien Iturbide pudo llegar a un acuerdo con los Tratados de Córdoba.

Finalmente, el 27 de septiembre de 1821 el Ejército Trigarante entró a la Ciudad de México, después de 11 años y 11 días de lucha y más de tres siglos de dominio español.

Consecuencias del Abrazo de Acatempan

El 24 de febrero Iturbide proclamó su Plan de las Tres Garantías en Iguala, donde surgió el Ejército Trigarante, que se encargó de marchar por todo el país difundiendo el Plan de Iguala. También, en esa fecha, el sastre José Magdaleno Ocampo, entregó a Iturbide el pendón trigarante, que había sido confeccionado por encargo del coronel. Ahora se celebra ese día como el Día de la Bandera, y a la Bandera Trigarante se le considera el primer pendón de la época independiente.

Poco después, Apodaca fue relevado como virrey y en su lugar llegó Juan O'Donojú, quien sería el último virrey. Iturbide se entrevistó con él en Córdoba, el 24 de agosto, y le hizo ver que la causa hispánica ya estaba perdida y que tenían pocos (menos de la décima parte del ejército) de su lado. O'Donojú comprendió y se suscribieron los Tratados de Córdoba, que dieron fin a la Guerra de Independencia y que reconocían la soberanía de México.

Finalmente, el 27 de septiembre el Ejército Trigarante, con Iturbide a la cabeza, hizo su entrada triunfal a la Ciudad de México.
El Abrazo de Acatempan es un suceso de la Historia de México ocurrido el 10 de febrero de 1821, en el que participaron Agustín de Iturbide, comandante en jefe del ejército del Virreinato de Nueva España (gobernado entonces por Juan Ruiz de Apodaca) y Vicente Guerrero, jefe de las fuerzas que peleaban por la Independencia de México. Este abrazo marcó la reconciliación entre las fuerzas virreinales (integradas mayoritariamente por criollos) y el ejército insurgente.
¿Pero como sucedio?
Existía el antecedente de una negativa por parte de Vicente Guerrero de pactar la paz, cuando Apodaca envió al padre del caudillo al campo de batalla para suplicarle que aceptara el indulto. Ante esa situación, Guerrero había pronunciado su frase más conocida: "La Patria es primero"´. Iturbide empezó a planificar sus acciones militares, con la intención de destruir a las fuerzas insurgentes. Sus primeros combates resultaron desastrosos, pues fue derrotado en prácticamente todas las batallas.

Se dio cuenta que Guerrero y sus hombres conocían como nadie las montañas del Sur, y que en ese terreno sería casi imposible derrotarlos. Comprendió entonces que la Independencia "sólo se lograría si los militares insurgentes se aliaran con las fuerzas que militamos bajo las órdenes del Rey", como había dicho a un subordinado tras sufrir su única derrota, en el fuerte del Cóporo

Iturbide empleó pues, una nueva estratagema: escribió a Guerrero el 10 de enero,pidiéndole que se retirara de la lucha, que el gobierno respetaría su cargo militar y le concedería el indulto. Guerrero se negó terminantemente.

Los hombres al mando del coronel Berdejo fueron derrotados nuevamente el 27 de enero de 1821, por las fuerzas insurgentes. Iturbide había enviado una carta fechada el 25 de enero en Teloloapan, en la que le solicitaba una entrevista y le exponía los puntos de su programa político, posteriormente recogido en el Plan de Iguala.

El encuentro se realizó en la población de Acatempan, el 10 de febrero, ante las tropas de Iturbide y de Guerrero. Según el relato de Lorenzo de Zavala, se entabló un breve diálogo entre ambos caudillos, tras el cual se produjo el abrazo.

Lucas Alamán desmiente esta versión. Según él, Iturbide no logró inspirar suficiente confianza en Guerrero, y éste envió en su lugar al teniente José Figueroa, quien estaba facultado por Guerrero para arreglar todas las las condiciones.

La campaña de Guerrero y José Mina

Tras la muerte de Morelos se inicia una época de decadencia de la lucha, ya que carecía de la unión de los principales líderes, quienes no tenían suficientes conocimientos militares. Entre los más destacados está el Amo Torres y a Pedro moreno que tuvieron su punto de partida en Guanajuato. En Veracruz se distinguió Don Nicolás Bravo, Vicente Guerrero en el, Don Guadalupe Victoria y el español Javier Mina.

Por su parte los españoles cometieron toda clase de excesos por lo que la Corona Española mandó destituir al virrey y poner en su lugar a Don Juan Ruiz de Apodaca que era gobernador de Cuba. Juan Ruiz llegó a la Nueva España en 1816 e inició su gobierno exigiendo que todos los insurgentes arrestados fueran sometidos a juicio y de ninguna manera se les fusilara sumariamente como había ordenado su predecesor.

En la Constitución española de Cádiz, se habían incluido los principios liberales como parte de sus postulados, pero al regresar Fernando VII al poder, mediante el tratado de Valencia afirmando el absolutismo, suprimió la Constitución en 1814.

La táctica militar de los insurgentes había cambiado, pues en lugar de atacar prefirieron replegarse a los fuertes y organizar solamente la resistencia.

Desde que Mina partió de Tamaulipas hacia el interior del país comenzó a tener campañas victoriosas, pero luego en uno de sus viajes rumbo a San Luis de la Paz en Guanajuato, fue sorprendido por Liñán al mando de los realistas en el Rancho del Venadito, quien siempre los había perseguido, en la batalla murió Pedro Moreno y Mina fue hecho prisionero y condenado a muerte (11 de diciembre de 1817).

Así otra vez el movimiento libertario comenzó a decaer; los centros insurgentes fueron dominados por los realistas como la junta de Jaujilla en Michoacán que se disolvió en noviembre de 1819 y la de Palmillas en Veracruz; otro tanto ocurrió con los jefes del movimiento como Rayón, Verduzco y Bravo que sucumbieron ante la lucha siendo condenados a cadena perpetua. Mientras tanto Guerrero comenzó su lucha en el Sur.

José María Morelos en el sur.

A Morelos se le unieron los hermanos Juan, José y Hermenegildo Galeana que contaban con mucha popularidad, tierras y conocimiento. El Virrey Venegas mandó a Francisco Paris a combatir contra Morelos, pero en Tres Palos el ejército insurgente obtuvo la victoria.

José María Morelos y Pavón, comienza a tener victorias en el sur y el centro del territorio nacional. Durante esta etapa, se definieron con claridad los propósitos del movimiento de independencia. El documento que mejor refleja el ideario social y político de Morelos es el conocido con el título de Sentimientos de la Nación donde por primera vez se planteó la independencia de México del dominio español.

En este tiempo se ganaron muchas provincias del territorio nacional y la lucha cobró forma.

Uno de los episodios más importantes durante la lucha de Morelos, lo fue el Sitio de Cuautla; el 23 de Enero de 1812 Morelos derrotó en Tenancingo al brigadier Rosendo Porlier y después se retiró a Cuautla de Amilpas (en el estado de Morelos) para esperar a Callejas. Tenía cerca de 4000 soldados mandados por Matamoros, Galeana y los Bravo. Los realistas contaban con tres divisiones mandadas por Callejas, Llano y Porlier. Estas fuerzas sumaban ocho mil hombres. Morelos resistió terribles asaltos desde el 18 de Febrero hasta el 2 de Mayo de 1812, en que a causa de la falta de elementos de guerra y de alimentos, rompió el sitio salvando la mayor parte de sus tropas.

Morelos se replegó a Orizaba y luego a Oaxaca, donde nombró como su segundo a Matamoros y lo hizo mariscal de campo, lo mismo que a Galeana; además fundó el periódico Correo Americano del Sur.

En Oaxaca se les une Félix Fernández quien más tarde había de cambiar su nombre por el de Don Guadalupe Victoria. De Oaxaca, Morelos partió rumbo al puerto de Acapulco al que tomó el 12 de abril de 1813.
En 1813 fue llamado el Virrey Venegas a España, y su puesto lo ocupó Don Félix Ma. Calleja de hasta 1816.

El 13 de septiembre de 1813, en Chilpancingo Morelos convocó al primer congreso independiente que sustituyó a la junta de Zitácuaro y por primera vez en un documentos escrito se habló de total independencia de España.

Morelos se retiró a Puruarán para atacar desde ahí a los realistas, pero ahí cayó prisionero Don Mariano Matamoros que fue ejecutado. Luego en Coyuca fue derrotado también Hermenegildo Galeana.

Morelos redactó la famosa Constitución de Apatzingán en 1814, y se eligieron para el puesto del poder en el congreso a Bustamante, Quintana Roo y otros. Rosains, Secretario de Morelos leyó después la manifestación que hacía al Congreso con el título de "Sentimientos de la Nación", en el que pedía se declarase que: América es libre e independiente de España y de cualquier otra nación, gobierno o monarquía, se reconoce a la religión católica como único culto. En cuanto a lo político, se asentó la soberanía del pueblo, el poder debía de caer en sus representantes, a su vez dicho poder debía dividirse en los tres, legislativo, ejecutivo y judicial. Los americanos ocuparían los puestos públicos y no se admitirán en la nación más extranjeros que los artesanos, capaces de instruir en sus profesiones y libres de toda sospecha. Debía ser respetada la propiedad, y el domicilio inviolable. Quedaban prohibidas la tortura y las penas infamantes, se abolió el tributo; además que quedaron instituidos como fiestas nacionales el 12 de diciembre consignado a la Virgen de Guadalupe y el 16 de septiembre, aniversario del Grito de Dolores.

Morelos fue derrotado en Valladolid y los realistas penetraron el Sur. El Congreso tuvo que andar peregrinando por distintos lugares, y cuando llegó a Apatzingán, en octubre de 1814, dio a conocer la Constitución, inspirada en la Francesa de 1793 y la Española de 1812. La Constitución de Apatzingán jamás estuvo en vigor. Cuando se promulgó, los insurgentes habían sido desalojados de las provincias del Sur.

Morelos fue hecho prisionero y fusilado el 22 de diciembre de 1815 en San Cristobal Ecatepec.